Comentario
En abril de 1942 Marshall y Eisenhower presentaban al presidente USA, Franklin D. Roosevelt, un plan que abriría el segundo frente en Europa, ofensiva que reclamaban con toda urgencia los soviéticos, agobiados por la presión a que les estaba sometiendo el ejército alemán. Pero el proyecto norteamericano no convenció a los británicos, que hallaron problemas de muy difícil solución para llevarlo a buen fin y que, además, tenían otras prioridades, como garantizar su posición en África y defender la India.
El 17 de junio Churchill se presentó en Washington y durante una semana debatió con el presidente Roosevelt y sus asesores militares la oportunidad de este segundo frente. Al final terminó imponiéndose una idea más modesta, muy apreciada por el presidente norteamericano y tranquilizadora para el premier británico: el desembarco en las colonias francesas del norte de África.
Esta operación, que ya había circulado por los gabinetes de planes con el nombre de Gymnast, se adoptó finalmente el 24 de julio bajo la denominación de Torch -Antorcha-.
Dos días más tarde, el general Marshall informaba al general de brigada D. Eisenhower, de la sección de Planes Estratégicos, que había sido nombrado jefe supremo de la operación (nombramiento hecho público el 14 de agosto) porque Londres y Washington, para limar asperezas con Francia (15), habían decidido que el jefe supremo fuese un general norteamericano.
El 12 de agosto se resolvía otro de los problemas que condicionaban la Operación Torch: el visto bueno de Stalin, angustiado por aquellas fechas por la ofensiva alemana del Don y su avance hacia Stalingrado.
Stalin, ya irritado por la disminución de la ayuda anglo-norteamericana (16), recibió con profundo disgusto la renuncia al segundo frente que Churchill le comunicaba, pero cuando hubo reflexionado sobre las posibilidades militares que Torch ofrecía a los aliados, exclamó: "¡Que Dios favorezca la empresa!" Según las memorias del primer ministro británico, Stalin valoró con singular rapidez que Torch terminaría con Rommel en el norte de África, que volvería a Francia como beligerante al campo aliado y que eliminaría a Italia como enemigo.
Pese a todo, el desembarco aliado en el norte de África no prometía un vuelco espectacular en la guerra, pero -en frase de Eisenhower- constituía el camino más corto hacia Berlín.
Pero no sería un camino de rosas. Días después de su nombramiento, el general Eisenhower, 52 años, modesto, novato en acciones bélicas, pero uno de los más brillantes norteamericanos en cooperación militar, comunicaba al general Marshall que Torch tendría éxito si España permanecía neutral y si las tropas coloniales francesas no ofrecían resistencia o ésta resultaba simplemente formal.
La ambigüedad española -amiga del Eje, pero neutral en la guerra (17)- podía encerrar las amenazas más graves. Si España se declaraba beligerante al comienzo de Torch, los aliados se verían en aprietos: las tropas españolas, apoyadas por las alemanas, tomarían Gibraltar en horas y, desde el Marruecos español, asestarían una puñalada a las aliadas, que quedarían aisladas en el Mediterráneo.
Mas aun, suponiendo incluso que España no interviniera, podría ocurrir que Berlín reaccionase ocupando la Península Ibérica para ocupar ambos lados del estrecho de Gibraltar. En cualquiera de los dos casos, la posición aliada resultaría angustiosa.
Respecto a Francia la situación era aún más compleja. Como demostraba la experiencia, los gobernadores coloniales franceses eran fieles al régimen de Pétain (18) y combatían con decisión a los invasores. Ahí estaba el fracaso del general De Gaulle en su intento de tomar Dakar (Senegal), la resistencia francesa en Siria o la que aún mantenía el gobernador de Madagascar contra la invasión británica.
Y aquellos eran puntos distantes de la metrópoli, difíciles de abastecer. Lo de Torch suponía más: Marruecos y Argelia eran las niñas de los ojos de Francia, contaban con guarniciones importantes -quizás hasta 200.000 hombres - y Vichy disponía de una gran escuadra en el Mediterráneo, que podría emplear para defenderlas.
Torch, pues, se convertía en una operación triple: la preparación de un ejército de desembarco, la neutralización del Ejército francés de Vichy y la prevención de lo que pudiera hacer España. En las tres vertientes comenzó a trabajar el Estado Mayor Conjunto y, mientras se reunían los efectivos necesarios para el desembarco y se ideaba la mejor manera de reducir a los franceses, surgía el plan Backbone -Columna vertebral- para cubrirse ante una actitud hostil española.